MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (IV) - Momentos para discrepar

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domingo, 30 de octubre de 2016

MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (IV)

NUNCA SE GANA UNA DISCUSIÓN


Pocas cosas resultan tan evidentes como la total seguridad de que no es posible ganar ninguna discusión ¿Por qué empeñarnos en demostrar a alguien que se equivoca? ¿Acaso vamos a agradarle con eso? La mejor manera de sacar algo positivo de una discusión es evitándola.
Reconozco que durante mucho tiempo he sido un gran discutidor. Solía hacerlo por cualquier cosa. Exponía, más bien arrojaba, las razones que supuestamente avalaban mi posición, y no era capaz de llegar a encajar que éstas no fueran aceptadas ¿por qué no se convencía mi contrario ante tan claros y evidentes argumentos? —me preguntaba después de cada torneo dialéctico en cuestión—. El resultado final siempre solía ser un estado de irritación crónica y la segura convicción de que pese a todo ese desaforado despliegue  jamás conseguí que mi oponente cambiara de opinión.
El planteamiento respecto a la cuestión comenzó a variar en mi mente a tenor de unas lecturas de Schopenhauer —Dialéctica erística a las que llegué por motivos puramente académicos. En ellas el filósofo mantenía la teoría de que en las discusiones humanas pocas veces se aspira a encontrar la verdad, puesto que lo que realmente importa a los contendientes es "ganar" la controversia en cuestión; esto es, aparentar al menos que se tiene razón. Y tan convencido estaba de ello que el pensador llegó a escribir todo un tratado sobre el arte de tener razón; es decir, el arte de saber ganar las controversias se tenga o no razón. A este arte lo denominó "Dialéctica erística".
Luego si en la mayoría de las discusiones no buscamos encontrar un camino de luz y de verdad ¿Para qué vale discutir? ¿Para qué sirve quedar con la convicción de haber dicho "cuatro verdades" si lo único que conseguimos con ello es irritar al oponente sin conseguir hacerle cambiar de opinión? Resulta preferible más que hablar, aprender a abstenerse de hablar. Si discutimos puede que alguna vez alcancemos el "triunfo", pero siempre será un triunfo vacío, porque jamás ganaremos la voluntad del contrincante.
He podido experimentar en multitud de ocasiones esta situación. Salir con la convicción de haber dejado las cosas claras, de haber alcanzado los objetivos que me había propuesto, y pese a todo ello, quedar con la completa convicción de que no existía esa victoria simplemente por la animosidad y el resentimiento que había creado contra mí.
Nos evitaríamos muchas de estas situaciones si supiéramos escuchar. Dejar al otro exponer sus planteamientos y convicciones sin interrumpirlo no sólo lo calmará, sino que también lo alagará por el solo hecho de sentirse escuchado. Pero es que además lo que puede ocurrir también es que en esa situación de escucha atenta encontremos puntos en los que estemos de acuerdo, e incluso enfoques erróneos de nuestros propios planteamientos.
Luego lo importante será siempre comportarnos honestamente con nosotros mismos y ser capaces de modificar nuestros posicionamientos si ello resulta menester. No debe pesarnos concedernos tiempo para volver a pensar las cosas; suspender la cita o reunión en la que se está teniendo la discusión, o incluso abandonarla definitivamente aún a fuer de aparentar no tener razón o haber "perdido" la discusión. Porque lo que no deberíamos olvidar nunca es que la única manera de salir ganando en una discusión, es evitándola ¡Y no queda otra que decir en lo que respecta a esta cuestión!



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